jueves, 28 de julio de 2011

Y ahí estaba de nuevo, en un mundo de oscuridad, en una noche perpetua, sin luna ni estrellas, de tierras llermas sin fin, de un gélido viento que sopla con la fuerza de un gigante, de una soledad que aplastaría la voluntad de cualquier dios, pasado presente y futuro.

A diferencia de la última vez que estuvo ahí, sabia que existia una salida, que era capaz de encontrarla.
Una vez había bajado hasta lo más profundo, atrapado en su propia soledad, pero había vuelto a bajar ese páramo helado aun habiendo jurado que no volveria a pisarlo. Entonces, ¿que le había echo romper su voto?

El hecho de querer a alguien, de encontrarse entre tus seres queridos, a los que amas, de ayudarla, aunque eso signifique bajar hasta las mismísimas profundidades del olvido, y mostrarle la luz que no puede ver, la que una vez el no pudo ver, la que una vez, ella, le mostró.

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